viernes, 30 de septiembre de 2011

La Familia del 51

Había una vez un pueblo deshabitado. Una tarde, en otoño, llegó al pueblo abandonado un viajero que se había equivocado de camino. Llamó dubitutivamente a la puerta de la primera cabaña y entonces se dirigió a otra porque no le abrían, y a otra, y a otra, y a todas las del pueblo, pero nadie le contestaba. Ya estaba empezando a anochecer y se metió en una cualquiera a pasar la noche.
A la mañana siguiente, se despertó por el ruido que había fuera. Se vistió y salió con sus cosas a preguntar a la gente dónde estaban ayer. Nadie le contestaba.
-¡Pescado, pescado limpio!-dijo el pescador.
-Oye perdona, ¿dónde estabais ayer?-le dijo el viajero.
Este, al verlo, salió corriendo, aguantándose el gorro y sujetando la caja. El viajero no entendía nada. Preguntó y preguntó, y nadie quería hablar con él. Robó un bocadillo para comer y, al anochecer, volvió a dormirse.
Por la mañana, pensó que había dormido fatal, incluso con dolores y pesadillas. Se levantó y descubrió en sus brazos y piernas grandes arañazos. Fue a echarse agua, lavarse y salió al pueblo como si nada. No había nadie, NADIE. El pueblo estaba vacío como el primer día.
-¿Hola? ¡Buenos días! ¿Hay alguien?-preguntó el viajero-¿hola?-.
-Sí, sí, aquí estoy-le contestó una anciana que se balanceaba en un porche sentada en una mecedora.
-¿Por qué no hay nadie?-le preguntó, no le dejo terminar cuando le contestó.
-Es una costumbre. Dejan el pueblo y se van a la ciudad a comprar cosas, también lo hacen con respeto a la "familia del 51"-.
-¿Quiénes son esos?-volvió a preguntar.
-¿No lo sabes? Eran los antiguos propietarios de la casa donde te alojas-.
-¿Quieres decir que están...?-.
-Muertos, sí-le contestó la anciana-no debería estar hablándote. Una cosa, ¿no eres familia?-.
-No... soy un simple viajero que se encontró solo y entró en una casa cualquiera-.
-Pues chico, no sabes donde te has metido...-.
-¿Cómo?
-No puedo contarte más. ¡Adiós, largo! Ya anochece y los del pueblo vienen, será mejor que no te vean-.

El viajero volvió a la casa 51 y allí se acostó de nuevo, pero no pudo dormir. Escuchaba continuamente como lo llamaban:
-Luis, Luis...-.
Cerraba los ojos pero no era capaz de dormir. Los arañazos volvían a dolerle y le salía sangre, pero él pensó que sería casualidad. Se dio la vuelta en la cama, mirando a la pared, y en esta aparecía la frase: "NO ES CASUALIDAD".
Optó por levantarse y siguió la voz que no cesaba de llamarlo. Lo condujeron hasta el sótano y varios ratones salieron corriendo fuera de la casa. El viajero se asustó, pero bajó las escaleras. En él encontró cuatro cadáveres vestidos con grandes prendas. Estaban rodeados por un círculo que ponía: "Familia del 51". El viajero tragó saliva y fue dando la vuelta lentamente.
De repente, vio a su alrededor agua, todo se hundía, él y los cadáveres flotaban. No tenía escapatoria. Se ahogó, pero en su imaginación aparecía agua. En la vida real, le dio un infarto y retorciéndose de dolor en el suelo murió, junto a la familia.
Al día siguiente la anciana no vio al viajero, y se dijo a si misma "Le llegó la hora". Toda la familia del 51 muere. Tarde o temprano todos mueren.
A la familia del 51 los mató un brujo que con intención de robarles la gran fortuna que tenían, les echó una maldición a la familia y a la casa, porque no consiguió lo que se propuso.

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